En México se ignora a ocho de cada 10 personas con algún problema o condición mental.
En México, tener algún problema o condición mental es como participar en una carrera de obstáculos, durante toda la vida, donde las dificultades son cada vez más grandes y, conforme la edad avanza, la ayuda se achica. Sin la atención especializada, las personas que están en esa situación se convierten en sujetos marginados del ejercicio de los derechos que les corresponden.
Lo grave es que, dada la limitada oferta de servicios especializados de atención, su vida se convierte en una existencia de privaciones y retos sensoriales. Es como ir perdiendo servicios y oportunidades conforme el calendario avanza.
Durante los primeros años de vida de estos mexicanos, el tiempo apremia, porque depende de qué tan temprano se detecte y diagnostique el problema o condición que tienen y se atienda, que se obtengan los mejores resultados. Y eso se refleja en su calidad de vida.
El siguiente momento difícil aparece en la etapa escolar: el reto es conseguir la inclusión y eso no es un juego de niños.
Con la adolescencia llegan otras angustias. Es el momento donde las personas con esta condición empiezan a cuestionar su propia situación y tratar de conocerla. Lo que sus papás vivieron cuando los diagnosticaron, ahora lo viven en primera persona.
Luego, cuando se acaban los apoyos de educación y la mayoría de los apoyos de organizaciones de la sociedad civil y tienen el reto de insertarse al campo laboral, su vida se convierte en una serie de retos que realmente cuestan trabajo superar.
Si logran sortear todo lo anterior, la vida adulta e independiente es otro obstáculo de grandes dimensiones y diferente, de acuerdo con cada circunstancia.
Si se trata de una persona que a esas alturas de la vida requiere de alguien que lo cuide y éste fallece, la situación adquiere otras dimensiones.
Y si logran llegar a la tercera edad, cada año que se mantienen vivas les representa un obstáculo mayor. A los retos sensoriales se suman los que son producto de enfermedades colaterales, situación económica, soledad y acceso a servicios de atención.
Su condición parece destino, pero, no debe ser así: las leyes los respaldan, sin embargo, las autoridades, el presupuesto y los neurotípicos muy poco. Eso dijeron expertas consultadas por El Economista.
Solo 20% son atendidas y no siempre de manera adecuada
De acuerdo con el gobierno federal, en México, sólo dos de cada 10 personas con algún problema o condición mental que requiere atención la obtiene y aquellas que logran ser atendidas, no siempre reciben la adecuada.
De acuerdo con el censo del 2020, realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), a lo largo del territorio nacional hay un millón 590,583 personas con algún problema o condición mental. 54% hombres y 46% mujeres.
De esas personas, 602,293, que representan 37.9%, además de tener algún problema o condición mental, tienen alguna discapacidad y 264,518, es decir 16.6%, tienen algún problema o condición mental y alguna limitación.
Los expertos han llegado al consenso de que el estado alterado de salud mental puede ser desde el nacimiento, como resultado de una enfermedad o de un trastorno mental y del comportamiento, lesión o proceso de envejecimiento, que dificulta a la persona a participar en actividades de la vida social comunitaria e interactuar con otras personas de manera adecuada para el contexto y su entorno social, por ejemplo, familia, escuela, trabajo, vecinos, etcétera.
Incluye condiciones como autismo, síndrome de Down, esquizofrenia, retraso mental entre otras.
En México, de acuerdo con los datos del censo, 25.8% son personas de 0 a 14 años; 25.3% de 15 a 29 años; 34.5% de 30 a 59 años y 14.4% de 60 años o más. Eso quiere decir que casi la mitad (48.9%) son adultos.
Según el análisis del estado actual de este sector de la población realizado en diciembre de 2020 por el gobierno federal, cuando presentó el programa institucional 2020-2024, del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, la brecha de atención de estas personas en el país se explica, al menos en parte, porque el sistema de salud está integrado por un conjunto de subsistemas dependientes de fuentes diversas de financiamiento, inequitativas e inestables. Una de las mayores dificultades para atender a estos pacientes es el mayor crecimiento de la demanda de servicios en relación con el bajo crecimiento en el financiamiento de operación y la escasa inversión y desarrollo de la investigación en esta área.
En ese sentido, de acuerdo con un análisis realizado por el Centro de Investigación Económica y Presupuestal (CIEP), de 2013 a 2021, México asignó, en promedio, 2.1% del presupuesto de la Secretaría de Salud a este subsector. En 2021, destinó 3,031 millones de pesos, 2.1% del total de la dependencia y representó 9.6% menos respecto del ejercido en 2013 y 0.1% menos del aprobado en 2020, en términos reales.
Según ese análisis, salvo en 2017, cuando el presupuesto a salud mental fue de 2,999 millones de pesos, todos los años entre 2013 y 2018 se tuvieron presupuestos superiores a los ejercidos en cualquiera de los tres primeros años de la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, en ese rubro.
Sistema de atención a salud mental, aislado del resto
La autoridad reconoce que el desarrollo de los servicios de atención psiquiátrica ha sido más complejo, pues se constituyó un subsistema paralelo, privilegiando la construcción de hospitales psiquiátricos (41 actualmente), aislados del resto del sistema de salud y en la mayoría de los casos con un modelo de operación asilar, alejados de los centros urbanos.
En México, según datos del Inegi, 49% de los casos, que equivalen a 779,769, se concentran en siete entidades: Estado de México, Ciudad de México, Jalisco, Veracruz, Guanajuato, Puebla y Nuevo León.